postales para regalar

Postales decorativas

Arquitectura y el GRUPO MEMPHIS

El refugio de Sottsass era Tamil Nadu, al sur de la India, una región que descubrió en los 60 y en cuyas irreverentes fachadas encontró los coloridos pilares sobre los que levantó el ‘Grupo Memphis’.

En un cuadrilátero de boxeo (que en realidad era la cama Tawaraya de Masanori Umeda) irrumpieron en 1981 en el Salone del Mobile de Milán el Grupo Memphis. Todos dirigidos por su fundador, Ettore Sottsass, quien los había bautizado así por la canción que sonaba en su primera reunión, Stuck Inside of Mobile with the Memphis Blues Again de Bob Dylan.

Tiruvannamalai

En aquel brillante stand destacaba la estantería Carlton o la lámpara Tahiti, hoy iconos de una era todavía influyente. Todo era una declaración de intenciones con el fin de acabar con la monotonía que entonces vivía el diseño y lo lograron. Su ímpetu se contagió tanto que el éxito para Sottsass se convirtió en “hastío”: en 1987 dijo estar “aburrido” y dio por acabada esta etapa. Aunque para alivio de sus fanáticos, como Lagerfeld que los colecciona, Memphis-Milano todavía produce y vende sus piezas.

Un año después el cabecilla se dejaba fotografiar en el sur de la India sobre un andamio, sin camisa y con un turbante. ¿Qué hacía allí? No es una imagen casual, como se ha descubierto tres décadas después de la disolución, ya que desde casi sus comienzos cada vez que necesitaba inspiración viajaba hasta este país, en lugar de rebuscar entre autores del midcentury, el kistch o el art déco, como aseguraba la crítica especializada.

Las casas que inspiraron al GRUPO MEMPHIS
COLORADO, TETERA DE MARCO ZANINI CON CLARAS REFERENCIAS A ESTA REGIÓN INDIA.

En su libro The Curious Mr. Sottsass (Ed. Thames & Hudson, 1996) el diseñador incluía las fachadas de Tamil Nadu que retrató en un viaje en 1978. Atraído por estas imágenes, el fotógrafo Vincent Leroux decidió seguir sus pasos hindúes. “Ettore buscaba el país de forma instintiva, como los animales cuando necesitan beber y dan con el agua a través de su olfato”, explica Barbara Radice, su viuda.

En 1961 lo visitó por primera vez, no por elevar su espíritu, sino invitado por Montedison, el gigante químico, para que le creara un expositor. Entonces aprovechó para ir a Tamil Nadu y contemplar las pirámides del gigantesto templo de Tiruvannamalai. “Allí todo cambió para él”, dice su biógrafo Philippe Thomé. En este pueblo confluyen credos, turismo y comercio, lo que se percibe en su arquitectura, casi toda de los 40, con fachadas con locos cortes, escaleras en zig zag, capiteles de medio punto y los colores del escaparate de una heladería.

“Busqué esas casas como si fueran fueran pepitas de oro esparcidas de los suburbios al campo”, dice Leroux sobre su aventura. Al verlas le sorprendió la similitud con la obra del italiano y comprendió cuando decía: “Trabajo por impulsos y con los recuerdos de los edificios que he estudiado, también de sus habitantes. En este proceso, en ocasiones, no puedo evitar regresar a la India”. Ahí estaba su secreto, que ahora no lo es tanto.